Cómo las emociones afectan tu suelo pélvico: lo que tu cuerpo no olvida

como las emociones afectan a tu suelo pélvico

Vivimos en una cultura que ha separado por siglos lo físico de lo emocional. Nos enseñaron que lo que sentimos va por un lado… y lo que el cuerpo manifiesta por otro.
Pero la verdad es otra: el cuerpo es emocional, y lo demuestra cada día, sobre todo cuando no le prestamos atención.

Una de las zonas más silenciosas —y a la vez más reveladoras— es el suelo pélvico.
Esa red de músculos y tejidos profundos, tan poco visibilizada, es también un termómetro emocional.
¿Sabías que muchas tensiones, bloqueos o molestias en esta zona pueden tener raíz emocional?
Hoy te contamos por qué.

¿Qué es el suelo pélvico y por qué es tan importante?

El suelo pélvico es un conjunto de músculos, fascias y ligamentos que se encuentran en la base de la pelvis.
Su función no es menor: sostiene órganos vitales como la vejiga, el útero y el recto, participa en la continencia urinaria y fecal, en el placer sexual, en el parto y también en la postura general del cuerpo.

Cuando este sistema está fuerte y equilibrado, es prácticamente invisible: cumple sus funciones sin que lo notemos.
Pero cuando se tensa, se debilita o se descoordina, empiezan los síntomas:

  • Dolor en la zona baja del abdomen o genitales
  • Escapes de orina (al reír, estornudar, saltar)
  • Sensación de peso o presión vaginal
  • Dificultades sexuales
  • Dificultad para relajar la zona
  • Desconexión total con la pelvis

Y aunque muchas veces estos signos se atribuyen solo a embarazos, partos o envejecimiento, la realidad es que las emociones juegan un papel crucial.


¿Cómo afectan las emociones al suelo pélvico?

La respuesta es simple y compleja a la vez:
lo emocional se somatiza.
El sistema nervioso autónomo —el que regula nuestras respuestas automáticas como el estrés o la relajación— también influye en la musculatura pélvica.

Por ejemplo: cuando vivimos una situación de amenaza o tensión emocional (ansiedad, angustia, miedo), nuestro cuerpo adopta una postura de defensa. Se activan los músculos profundos, y uno de los primeros en tensarse es el suelo pélvico.
Esto es útil en una respuesta puntual de “alerta”… pero cuando esa emoción se mantiene o se repite sin liberar, la tensión queda instalada.

El suelo pélvico es, en muchos sentidos, un “contenedor emocional”.
Allí almacenamos lo que no expresamos verbalmente:
vergüenza, miedo, trauma, desvalorización, represión, tensión sexual, culpa o frustración.


Las emociones que más impactan en tu pelvis

  • Estrés crónico: produce hiperactividad muscular. La pelvis se cierra, se contrae, se fatiga.
  • Ansiedad: genera sobrecarga y dificultad para relajar. Se experimenta como presión o incomodidad.
  • Miedo: provoca una reacción defensiva automática: apretar, sostener, replegar.
  • Tristeza o duelo: puede asociarse a debilitamiento o desconexión con la zona baja del cuerpo.
  • Trauma emocional o sexual: se manifiesta muchas veces en disociación corporal, hipertonía (músculos rígidos), o ausencia de placer.

Lo más importante es entender que estos efectos no son “imaginarios”. Son reales, fisiológicos y se pueden abordar.


Reconectar con tu cuerpo: el primer paso para sanar

El camino de recuperación del suelo pélvico no es solo físico.
Requiere escucha corporal, conciencia emocional y acompañamiento respetuoso.
Aquí algunas formas de empezar:

1. Respiración y relajación pélvica

Practicar respiraciones profundas, conectadas con el diafragma y la pelvis, ayuda a liberar tensiones crónicas.
Visualiza el suelo pélvico como un diafragma que se expande al inhalar y se suelta al exhalar.

2. Exploración y consciencia corporal

Sentarse, caminar, moverse y practicar pequeños estiramientos con presencia. Llevar la atención a esa zona sin juicio.
Herramientas como el yoga, la danza consciente o la terapia miofascial pueden ser grandes aliadas.

3. Terapia especializada en suelo pélvico

Un/a fisioterapeuta especializado/a puede guiarte en el fortalecimiento, la relajación y la reconexión funcional del suelo pélvico.
A veces es necesario liberar tensiones musculares internas o trabajar con ejercicios específicos para restablecer el equilibrio.

4. Acompañamiento emocional

La terapia psicológica, corporal o integrativa puede ayudarte a identificar emociones retenidas o experiencias pasadas que siguen actuando en tu cuerpo.
Recuerda: lo que no se expresa, se somatiza.

Cuidar tu suelo pélvico es cuidarte entera

No se trata solo de fortalecer “un grupo de músculos”.
Se trata de recuperar la confianza en tu cuerpo.
De reconectar con tu centro.
De volver a sentir tu pelvis como un lugar seguro, habitable y vivo.

El suelo pélvico es la base física de tu cuerpo, sí.
Pero también es el centro de tu energía femenina, tu sexualidad, tu creatividad, tu sostén interno.
Y cuando lo cuidamos —desde el amor, la consciencia y la información— también se transforma nuestra vida emocional, íntima y relacional.

Escuchar tu cuerpo es un acto de amor. Respetarlo, un acto de poder.

Y tú mereces sentirte fuerte, conectada y libre.
Desde la raíz.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *